"La castidad es una virtud moral. También es un regalo de Dios, el fruto de un esfuerzo espiritual. El Espíritu Santo permite a aquel que las aguas del bautismo han regenerado a imitar la pureza de Cristo" art. 2345 del Catecismo Católico
Una vez trabajé como secretaria de un ingeniero a quien recuerdo con mucho cariño, en una cámara de comercio francesa. Yo entonces tenía 27 años y acababa de terminar una relación de más de tres años con mi novio. Viéndome entristecida y desilusionada el buen Sr. Toche quiso ayudarme y muy paternalmente aconsejarme.
Yo entonces era la típica muchacha de la generación de los '80 y '90. Concebía el amor y las relaciones entre hombre y mujer tal como las veía en todas partes, empezando por el cine y la televisión. Como cualquier joven de mi edad tomaba el modelo de las divas de Hollywood y de las princesas de la realeza, y en general el ejemplo de las amigas de mi edad todas atractivas, modernas y "liberadas".
Mi jefe me contó que él y su esposa se habían casado castos, que había sido una decisión de ambos y que aquello había sido lo mejor de sus vidas. También añadió que ya tenían más de 35 años de casados, pero que hasta el día de hoy él la adoraba y que volvería a casarse con ella y a recorrer los 250 km. entre su pueblo y el de ella sólo para pasar con ella un par de horas, tal como sucedía mientras él la cortejaba. Yo me quedé admiraba y siempre creí en sus palabras a pesar que no comprendía a qué se refería cuando decía que aquello había sido "lo mejor de su vida".
Pasaron siete años para que pudiese comprender estas palabras. Dios me iluminó a través de la experiencia y finalmente entiendo que lo mejor es poder tener con el ser amado una amistad verdadera. La amistad no puede desarrollarse entre un hombre y una mujer que empiezan una relación y al poco tiempo de haberse conocido tienen relaciones íntimas, debido a que se entremezclan pasiones como los celos, la angustia, la incertidumbre, la distancia, y el mismo deseo sexual nublando el tranquilo desarrollo de una amistad sincera que sirve como base para un buen matrimonio.
Idealmente, la amistad viene antes que el amor y la sostiene en tiempos difíciles en los cuales la falta de romance y el conflicto de los intereses encontrados amenazan con gastar y destruir una relación. Cuando un sacerdote celebra el sacramento del matrimonio, el novio y la novia intercambian votos de fidelidad para toda la vida: "en lo favorable y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida"
Todos pensamos qué palabras tan hermosas, qué ideales tan altos, sin embargo si nos ponemos a pensar, ¿seríamos capaces de hacer esto por alguien que no amáramos realmente con todo nuestro corazón?, ¿por alguien que no nos hubiera demostrado el mismo grado de entrega incondicional?. Para poder amar a una persona de esta manera tan completa necesitamos primero llegar a conocerla a través de todas sus facetas psicológica, emocional, física y espiritual. No podemos llegar a conocer bien a una persona con la que estamos viviendo al mismo tiempo un tórrido romance marcado por una relación sexual intensa, por la simple razón que nuestra prioridad se ha convertido en otra que ya no es conocer ni descubrir algo nuevo, sino prolongar el mayor tiempo posible el placer e inclusive la emoción de algo que nos gusta y nos hace sentir bien.
Sería importante resaltar el valor de la castidad en medio de un mundo que banaliza tanto al sexo, es importante recobrar la verdadera dimensión de este carisma y transmitirlo a la juventud confundida de hoy en día. La revolución sexual de los años '60, el amor libre de los años '70, "el sexo, drogas y rockn'roll" de los años '80 y "el sexo seguro" de los años '90. Las uniones libres o uniones de hecho en los países desarrollados no han mejorado al hombre, ni su calidad de vida sino que han dado como resultado la destrucción de la vida, y de la familia. Desde 1982 hasta el 2002 se han cometido 500 millones de abortos en el mundo entero y se cometen 50 millones de abortos cada año. El número creciente de divorcios, de madres adolescentes y de madre solteras así como de niños abandonados son el resultado de una cultura del placer y del individualismo a ultranza que utiliza la palabra "libertad" como escudo para romper matrimonios, destrozar vidas y privar del derecho a la vida a seres humanos cuyo grito de dolor y de horror tal vez finalmente esté alcanzando las conciencias de las autoridades en nuestra sociedad.
La castidad seguida del matrimonio cristiano le devuelve a la mujer la dignidad que Dios ha querido darle de ser amada integralmente como persona, emocional, espiritual, psicológica y físicamente con todas las consecuencias que este amor puede traer como fruto sin limitar ese amor a la duración de una relación carnal o sentimental. Sin condicionar ese amor a los límites y a las condiciones de una relación cuyo propósito no está claramente definido. Son muy hermosas las palabras de San Pablo que equipara el amor que se tienen los esposos al amor que Cristo tiene por su Iglesia, es decir por todos nosotros: "Así como el esposo ama su cuerpo, así también debe amar a su esposa… Porque nadie odia su cuerpo sino que lo alimenta y lo cuida como Cristo hace con la Iglesia porque ella es su cuerpo. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Este misterio es muy grande y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia" Ef. 5,21
La pareja cristiana es casta por que desea vivir una sexualidad plena y una relación basada en la entrega incondicional e ilimitada de ambos durante el matrimonio. La sexualidad humana tiene dos dimensiones, significa por un lado la fusión de dos personas que se aman y por otro lado la posibilidad de procrear. Tiene entonces un nivel afectivo, de expresión de amor entre dos personas y otro divino que los hace partícipes de la vida y junto con Dios partícipes de la creación. Esta es la visión cristiana que por supuesto no comparte la sociedad de consumo cuyo objetivo final es hacer negocio de los apetitos humanos, presentados como simples "funciones biológicas" que equiparan al hombre a cualquier otro animal desprovisto de una voluntad espiritual. Esto ha empujado a la sociedad entera a la profunda crisis de valores en la que actualmente se encuentra, trayendo como consecuencia el divorcio, el aborto, los embarazos de adolescentes y el debilitamiento de millones de niños que nacerán y crecerán en familias monoparentales o sin familia.
Un matrimonio basado en la entrega de sí, tienes más posibilidades de madurar y desarrollarse a la sombra de un noviazgo casto. Si los novios tienen relaciones maritales bajo pretexto que se trata de una "forma" más de manifestarse su amor, están arriesgándolo todo y pueden perderse en el camino ya que el amor que se tienen se sostendrá en el tiempo no tanto debido a las muchas "formas" en que ellos se lo hayan demostrado como gracias a su capacidad de colocar ese amor a la luz de la voluntad y del plan sagrado de Dios.
El noviazgo casto evita las confusiones que tanto daño han hecho entre sexo y amor durante la segunda mitad del siglo XX y sobre todo niega la cultura del sexo por el sexo, del sexo por el placer y del ser humano denigrándose a la calidad de un objeto de uso, disfrute y descarte. Luego de leer el artículo: "Propuesta Radical para el Cortejo" del padre T.G. Morrow acerca del tema del noviazgo casto en www.cfalive.org queda claro que inclusive "salir" con una nueva persona puede resultar peligroso si esta persona no es cristiana, no comparte las mismas convicciones acerca del amor y sobre todo entiende el término "salir" con alguien por una especie de aventura en la que sale con el fin de explorar y descubrir nuevas cosas, sin saber lo que le espera al final, ni poner límite alguno a lo que sus instintos y emociones lo empujen a vivir con ese otro "conejillo de indias" que representa la otra persona. Esta conducta no está a la altura de un cristiano que busca encontrar el verdadero amor. El termino "salir" con alguien ha sido demasiado usado y abusado. Un ser humano no es un conejillo de indias que pueda soportar la experiencia de emociones intensas e instintos fuera de control sin que tarde o temprano las consecuencias de este tipo de conducta terminen dañando su capacidad de confiar y de entregarse honestamente a otra persona. Dentro de esta ridícula carrera que emprenden hombres y mujeres por salir, consumir rápidamente lo que el otro tenga para ofrecer y descartar, sin jamás encontrar el verdadero amor, se pierden cosas muy importantes como la autoestima y la esperanza de encontrar algún día una relación amorosa auténtica y verdadera.
La alternativa cristiana frente a esta trivialización de las relaciones entre hombres y mujeres es la amistad seguida más adelante por el noviazgo. No tiene por qué existir una alianza de ensayo o de prueba, sobre todo si desde un principio el hombre y la mujer saben que su relación no es seria, ni tiene intenciones serias. Lo fácil claro está, en especial para el hombre, es vivir cuanta posible relación se presente al máximo, sin embargo lo fácil es aquello que nos inclina al pecado. En cuanto a las mujeres, ellas también tienen el deber de hacerse respetar y de no provocar la lujuria en los hombres. Sabemos bien que el pecado de la lujuria es un pecado mortal y el que con mayor frecuencia se comete. A la pregunta de: ¿cuáles son las recomendaciones para vivir un noviazgo casto? creo que el mejor consejo es el del Santo José María Escrivá, de “no hacer nada que no haríais delante de vuestra madre”.
La clave al principio es no exponerse demasiado, recibir a la visita en la casa si es de confianza o encontrarse en algún restaurante, salón de té u otro lugar público al que cada quien llegue por su cuenta si la persona y la relación son nuevas. La mayoría de las veces los hombres que buscan tener relaciones pre-matrimoniales no lo dicen, sin embargo demuestran su motivación en los gestos y en las acciones. Una mujer debe saber cómo distinguir las intenciones serias de las poco serias en un hombre y saber hacerse respetar desde el principio expresando claramente sus convicciones sobre todo si la otra persona no da muestras de ser un cristiano practicante. La amistad puede evolucionar y convertirse en amor o bien pueden existir semillas de romance desde el primer encuentro, sin embargo es preferible que el compromiso sólo ocurra después de haber conversado acerca de temas vitales que pueden unir o alejar a la pareja definitivamente. Si el hombre está interesado en algo más serio, pero no cuenta con la posibilidad de proponer matrimonio, la amistad puede prolongarse en el tiempo siempre y cuando la mujer esté dispuesta a esperar. Si no existe ninguna razón para esperar el hombre sabrá encontrar el mejor momento para hacer que esa amistad se convierta en un noviazgo. Estos fueron a grandes rasgos los consejos y argumentos que encontré en el artículo del padre T.G. Morrow que pueden consultar y leer siguiendo este enlace: http://www.cfalive.org/ChristianDating.htm
La castidad es un carisma de amor a Dios, de amor a la vida y de amor al prójimo que tan sólo puede brotar de una decisión adulta, libre y consciente. La castidad aplicada al noviazgo y luego puesta en práctica durante el matrimonio en la fidelidad conyugal de los esposos así como en la llamada Planificación Familiar Natural es una virtud sagrada inspirada en Cristo que fortalece nuestro lazo con Dios. Un lazo que jamás pasará de moda.
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