Imaginemos que, de un tiempo a esta parte, usted, su hijo o su empleado pasan más horas que nunca delante de la pantalla del ordenador y sin embargo el trabajo nunca está terminado en las fechas requeridas. Y eso que la persona implicada se salta comidas, descansos, etc... o incluso come delante del monitor, en vez de reunirse a comer con la familia o los compañeros de la oficina. Imaginemos que estamos en Internet hasta altas horas de la noche, de forma que al día siguiente tenemos sueño y trabajamos peor, y que esto se repite cada día. O que cada vez que usted entra en el cuarto de su hijo o en la oficina de su empleado él pone cara de molesto, se mueve en su silla y rápidamente teclea un comando.
Ante estos síntomas, podemos plantearnos si se está dando una adicción de Internet, una conducta compulsiva que podría afectar a un sector entre el 6 y el 8 por ciento de los internautas, según diversos estudios. "El problema es mucho más común de lo que la gente está dispuesta a reconocer en términos de pérdida de productividad o daño a la economía, además del daño a nivel personal", dice el doctor Donald Black, profesor de psiquiatría de la Universidad de Iowa. Black, que ya ha estudiado a los jugadores patológicos y compradores compulsivos, ahora está trabajando acerca de la adicción por ordenador, al comprobar que gente de su oficina pasaba muchas horas frente a sus terminales y sin embargo nunca terminaba su trabajo.
Kimberly S. Young, autora del libro Caught in the Net y profesora de psicología en la Universidad de Pittsburgh, enumera otros signos que denotan adicción: intentos furtivos de cubrir la pantalla cuando se acerca el supervisor y aumento de errores en empleados -o hijos- que antes hacían pocos. Además, disminuye la relación con los colegas del trabajo o vecinos... el adicto tiene nuevas relaciones on-line que ocupan su tiempo.
¿Adictos a Internet o adictos en Internet?
¿A qué son realmente adictos los ciberadictos? La realidad es que casi ninguno es adicto a Internet "en sí", igual que un adicto a las líneas telefónicas eróticas es adicto a una forma de sexo compulsiva, y no adicto al teléfono. Según el presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social, Francisco Alonso-Fernández, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, se calcula que hay unos 20 millones de ciberadictos, y más de la mitad son adictos al sexo.
El resto, según varios estudios, son adictos a chats, foros, listas de correo y juegos MUD -Multi User Dungeon, juegos donde interaccionan varios jugadores en línea inventando personajes-, es decir, a todo lo que implica interacción con otras personas, formar grupos y comunidades, sentirse aceptado (o admirado, o incluso temido, si eres campeón de un juego), ser parte de algo. También hay adictos a los cibercasinos y juegos de azar o a las compras compulsivas; las webs de subastas por Internet tienen sus adictos, que suman los refuerzos del juego y los de la compra. Estos compradores pueden gastarse enormes cantidades por un impulso de compra patológica, a veces pujando en subastas por objetos inútiles. En cambio, no hay apenas adictos a navegar por la web sin más: no es una actividad interactiva que enganche.
La adicción se define por 4 características:
Consume mucho tiempo... y a menudo también dinero.
El adicto se siente movido por un acto impulsivo; si no puede satisfacer ese impulso, se siente irritable; siente que ha perdido libertad.
Antes del acto siente malestar, después del acto la gratificación se mezcla con culpabilidad y baja autoestima (puesto que sabe que no está haciendo un bien).
Todo ello repercute en su trabajo y su familia.
Bastantes de los adictos en Internet (al sexo, al juego o a las compras) lo serían aunque Internet no existiese; pero lo específico de Internet es que su inmediatez, el ser casi gratuita y sobre todo su anonimato, multiplica su capacidad de atraer a gente y engancharla. Un honrado padre de familia que jamás se habría atrevido a alquilar un video pornográfico, entrar en un sex-shop o comprar una revista erótica puede encontrarse con publicidad porno en su correo electrónico, entrar por simple curiosidad y, a partir de entonces, saber que a un clic de distancia siempre tendrá una gratificación sexual automática, secreta, ofreciéndole una fantasía que entorpecerá su verdadera vida sexual, familiar o laboral.
Cibersexoadictos
El sexo y la pornografía es el mayor negocio de Internet y sus industriales reinvierten mucho para que siga siéndolo. Todos los grandes portales generalistas de la red, en su lucha titánica por encontrar ingresos y hacer rentable su aventura digital, han decidido tener su propio portal de cibersexo, para atraer "usuarios" y, entre ellos, repartirse los más de 6 ó 7 millones de sexoadictos on-line.
Y es que Internet no es más de lo mismo. La pornografía en Internet es especialmente dañina. "Funciona muy rápido y es muy intensa", explica el doctor Robert Weiss del Sexual Recovery Institute de Los Ángeles, un centro de tratamiento a sexoadictos. "Estamos acumulando una masa de clientes que nunca habían tenido contacto con este problema, sino que por vez primera están empezando esta actividad y se quedan enganchados". Los adictos al porno on-line son gente que no había estado expuesta antes, una nueva clase de afectados.
Según Alonso-Fernández, esta adicción se está iniciando entre los 25 y 35 años entre los hombres y a edades más tempranas entre las mujeres, más usuarias de chats eróticos que de webs con imágenes. Entre los sexoadictos hay mayor proporción de homosexuales que en la población general. La mayoría de estos adictos son estudiantes o licenciados universitarios. Alonso-Fernández, que prepara una nueva edición de su libro Las adicciones sociales, puntualiza que el 50 por ciento de los sexoadictos por Internet que tienen pareja estable llega con el tiempo a sufrir anorexia sexual con respecto a su pareja. Descubrir la adicción es ser invadido por vergüenza, humillación y el sentimiento de indignidad por traición.
Decía Chesterton que, "cuando un hombre llama a la puerta de un burdel, está buscando a Dios". En realidad, el cibersexoadicto quiere satisfacer la profunda necesidad humana de sentirse amado y acogido. Muchos acuden a la pornografía pensando que sólo quieren sexo, igual que otros van a los chats pensando que sólo quieren charlar con gente, pero unos y otros lo que buscan es plenitud, intimidad profunda. En la adicción no la encuentran, pero les dará alivios momentáneos... a un precio alto.
Mundos de fantasía, amigos de fantasía
En la investigación presentada por Kimberly Young en 1997 ante la Asociación de Psiquiatras Americanos, había una lista de aplicaciones usadas por los adictos: el 35 por ciento usaban el chat, el 28 por ciento los juegos MUD, el 15 por ciento los tablones de noticias y newsgroups y el 13 por ciento el correo electrónico. Son todas herramientas en dos direcciones, de diálogo de tú a tú, en las que se crean auténticas comunidades virtuales. En ellas los adictos buscan una sociedad que les acepte e incluso admire. Para ello cuentan con el anonimato de la red, el poder fingir ser otro, crear toda una nueva personalidad, mentir sobre su edad, trabajo, aspecto físico...
El usuario de chat se sabe admirado por sus respuestas rápidas, su buen humor, sus comentarios ingeniosos, su dominio del tema... nadie se fija en que no cumple con sus deberes familiares o laborales, nadie le regaña. Mientras el joven estudiante está conectado al juego MUD, nadie sabe que lleva días saltándose clases y que sus notas bajan en picado, nadie le recrimina como hace su madre; por el contrario, todos le admiran y le respetan porque ha ganado muchas batallas en las últimas partidas, su personaje ha conquistado reinos, ha creado ciudades, ha arrasado a sus vecinos y ha fundado dinastías. Ser amado y admirado, no ser un mediocre despreciado... el ansia de ser reconocido se ve fácilmente correspondida. Según Kimberly Young, al crear personalidades de ficción afloran rasgos de su personalidad que estaban escondidos y que no usa en su vida cotidiana fuera de la red: ansias de poder, agresividad, capacidades expresivas dormidas, que en Internet se manifiestan, protegidas por el secreto.
En estos casos, el ser joven y el ser novato en Internet son factores de riesgo: cada nueva generación que se incorpora a la Red aumenta las filas de los que quedan enganchados.
Las adicciones no son el único peligro
Hay otros riesgos en Internet además de quedar enganchado a una adicción. Hay sectas proclamando todo tipo de barbaridades, en webs más o menos convincentes. Hay grupos que invitan al odio racial, étnico o religioso, con estéticas más o menos seductoras y discursos más o menos elaborados. Hay instrucciones sobre cómo elaborar bombas. Hay pornografía infantil absolutamente a mano, frecuente y gratuita, y escenas de violencia arbitraria, incluyendo imágenes de violencia real provocada explícitamente para ser publicada en Internet.
Antes de Internet, los padres tenían 4 áreas para vigilar y cuidar a su hijo: cuidar a los amigos que tiene, cuidar los programas de TV que ve, cuidar a dónde va y cuidar lo que lee. Ahora, con Internet, es facilísimo que cualquier niño o adolescente tenga acceso a los peores antros digitales. Toda la educación moral, religiosa o sexual que unos padres están intentando transmitir a su hijo pueden verse minadas por webs interesadas en enseñar todo lo contrario.
La conclusión es que es necesario estar protegidos y poner barreras a los contenidos que no queremos en casa. En el mercado hay numerosos filtros, programas que se instalan y que bloquean ciertas páginas webs que ya han sido catalogadas por sus contenidos (sexo, pornografía infantil, violencia, etc...) o que bloquean mensajes con ciertas palabras clave. Hay diversos modelos. En inglés existe Covenant Eyes (www.covenanteyes.com), un programa que rastrea qué webs visitamos y envía un informe a nuestro supervisor (padres, jefe, el psiquiatra que nos trata). También hay filtros como FilterReview (www.filterreview.com) y muchos más detallados en GetNetWise (www.getnetwise.org). En español, probablemente el mejor programa de filtrado, y el más usado y recomendado por su comodidad y efectividad, es Optenet (www.optenet.com).
La combinación de programas-barrera de filtrado y de confianza con un supervisor o compañero (un padre, el cónyuge, un profesional que nos ayuda, etc...) es una buena forma de facilitar la autodisciplina y prevenir o bloquear tanto las adicciones como los peligros de la red. Otro método muy sencillo es tener el ordenador en un sitio bien visible de la casa o la oficina: en el comedor, mirando al pasillo por donde todos pasan. Eliminar la clandestinidad y el secretismo es una ayuda.
Internet es una poderosa herramienta desde el punto de vista cristiano: permite proclamar el Evangelio, ofrecer informaciones que los medios generalistas esconden o acallan, ponernos en contacto con otros cristianos, compartir acciones y oraciones y acercar a hermanos separados por océanos y continentes. Pero también tiene sus peligros, todos a un simple "clic" de distancia, y eso nos obliga a ser precavidos. Programas de filtrado y una buena supervisión del uso que se da a la red son la mejor opción.
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