Jesús se encuentra sólo junto a un pozo en el calor del mediodía. Se acerca una mujer con un cántaro. ¿Porqué viene sola? Las demás mujeres vinieron antes a sacar agua, puesto que para empezar el día laboral se necesita agua: para lavar la cara o el cuerpo, para hacer el desayuno, para empezar la limpieza de la casa. Además, llegaban temprano para evitar el calor del sol. Siendo así, ¿porqué viene la mujer sola al mediodía? Reconociendo su condición de ser una mujer viviendo con un hombre que no es su esposo, quizás está evitando contacto con la gente, y no quiere o no puede aguantar los murmullos de los demás. El caso es que esta Samaritana se encuentra sola con un Judío, y siendo así, cree que no va a tener que hablar con nadie.
Pero en un verdadero encuentro con Jesús, alguien siempre sale cambiado. Jesús le pide a la Samaritana agua para beber, y ella se sorprende que este Judío le está dirigiendo la palabra. Es que Jesús reconoce que la sed y el hambre del alma es una condición más dolorosa que el hambre o la sed del cuerpo, y Él tiene que ayudarla. Y aun que ella no se da cuenta, es Jesús que le va a saciar con agua viva, con salvación. Al fin de su plática, este mujer que esquivaba la gente va y anuncia a todos que había encontrado el Mesías, y por su aviso convierte a todo el pueblo a la fe en Jesús. ¡Este pueblo Samaritano pide a Jesús que se quede con ellos, y Él se queda dos días más! Lo más importante es que ellos no se quedan saciados con el anuncio de la mujer, sino que tienen que escuchar La Palabra con sus propios oídos, y tienen que tener un encuentro particular.
Este domingo, tenemos que preguntarnos: ¿De qué tenemos sed? ¿Qué nos impide ese encuentro personal con Jesús?
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